Hace un tiempo me quedé sorprendido por lo que me ocurrió con una limpiadora del trabajo. Me vino un día contando que estaba con la hija en el coche y de pronto saltó desde su móvil una conversación que había tenido conmigo en el trabajo, pero que nunca la había grabado.
Tras hacerle unas preguntas me dijo que no usaba ninguna app para grabar voz, ni tenía nada en el whatsapp (yo no lo uso). Es decir, que seguramente tendría algún malware en su móvil. Y más cuando algunas veces le deja el smartphone a su nieta y quizás le pudiera instalar alguna app maliciosa.
Esto me hizo pensar en que nunca tenemos en cuenta los móviles de los demás. Nos preocupamos mucho de tener cierta privacidad en nuestros dispositivos pero luego estamos rodeados de personas con móviles y que ni siquiera saben qué es una actualización, los permisos, su funcionamiento, etc. Solo tienen un móvil para su whatsapp, sin conocer nada más.
Con esto quiero decir que por mucho que uno cuide su privacidad, la de los demás te pueden hacer perder la tuya. No me imagino diciéndole a alguien que cuando hable conmigo apague su móvil... Y no es solo el micrófono, también la cámara. No, no quiero parecer paranoico, pero pensad en ello durante un momento.
Pagamos por dispositivos de vigilancia. Cualquier gobierno tiene las herramientas para entrar en nuestros smartphones. Y si les costara entrar (que lo dudo) podrían usar los móviles de las personas que nos rodean. Igualmente van recolectando los metadatos de las personas con las que te juntas o con quienes te escribes, para sacar una opinión de ti.
Ya solo faltaban las gafas inteligentes para grabarte sin que ni siquieras te des cuenta y subiendo luego esas imagenes o vídeos a la nube de una gran compañía que tiene fama de rastrear a los demás, como os exponía en algún artículo anterior.
Es el mundo que nos ha tocado vivir.